lunes, 23 de noviembre de 2015

cuentame cuentos ¿Yaa?




MIS CUENTOS INFANTILES

DOMINGO DE GUZMAN HUAMAN SANCHEZ 


                                             
SUMARIO

1.- SILENCIO TELARAÑAS Y POLVO: Cuento         
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

2.- LA HOJA SAGRADA: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

3.- APÓSTOL SANTIAGO: cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

4.- DON TOMACO: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

5.- “EL BARRANCO”: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

6.- IRENE: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

7.- ACRÓSTICOS: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

8.- AMANECERÍA OTRA VEZ: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

9.-. DOLOR QUE NUNCA CALMA: Cuento
Domingo de Guzmán Huamán Sánchez



1.- SILENCIO TELARAÑAS Y POLVO
Cuento

Don Pedro Simeón al retornar, después de veinte años,  a su pueblo de “Waqap”, enclavado en las faldas de “Marka punta”, se dirigió apresurado a una casa vieja abandonada de sus abuelos, ubicada en un lugar solitario no muy lejos del lugar. No sabía exactamente cuándo fue construida, pero suponía que tenía más de un siglo de existencia. El abandono que  sufrió, por generaciones sucesivas, la convirtió en una casa solitaria y de mal semblante.
Con sus manos huesudas y delicadas de oficinista, abrió la mansión abandonada  y percibió un olor penetrante, nauseabundo, y un frío húmedo se fue calando en sus huesos. La casa entera parecía advertirle: ¡No ingreses...¡… ¡Noooooooo!
Decidió entrar y descubrió que el deseo que tenía terminó siendo una pesadilla espeluznante, que jamás olvidó mientras vivió.
Los muebles de la sala, el comedor y el dormitorio estaban cubiertos de telarañas y polvo. Se encaminó a la cocina. ¡Qué pena! Colgaba de la pared el mandil rosado de mamá y la mesa que albergó a más de veinte personas, durante  el almuerzo, estaba desvencijada y desierta. El silencio estaba mudo y no había con quien hablar del pasado. Empezó el  desbordamiento de recuerdos.
En esos instantes se dibujó las maravillas de su infancia, en compañía de sus hermanos y primos. Recordó que su juego favorito era en el patio de esa mansión olvidada, recogía tierra y hacía pastelitos de lodo, que le quedaban redonditos, redonditos; y una vez hechos los ponía sobre una lata de manteca a secar al sol, ahhhh!!! Pero eso no era todo,  una vez secados al sol los pastelillos, un día sábado al final del almuerzo, pidió permiso a su mamita linda que llevaba puesta el mandil rosado, para servir los pastelitos y así lo hizo y cuando llegó al lugar donde estaba sentado su primo José, a quinen lo apodaron de “Gordo Cebón” por tener una contextura gruesa y llena de grasa, este se mofó diciéndole : ¡Pastel de barro¡. Lleno de rabia y ¡zassssss! lo agarró a pastelazos y sus primos quedaron con chichones y heridas en la cara y todo el cuerpo. Hubiera terminado en una golpiza si es que  la ama de casa no intervenía con su voz y ademán angelical.
Con cabeza gacha demostrando que no le importaba el incidente con los pasteles, desapareció para esconderse en su refugio preferido que era un árbol de capulí donde trepó y trepó hasta lo alto y ahí nadie lo alcanzó.
Brotaron perlas diamantinas diminutas de su ojos y suspirando profundamente: ¡jaaaa…! exclamó: ¡Tiempos aquellos¡
Salió al patio, divisó con avidez, no existían árboles ni menos aquel en donde se refugiaba cuando las circunstancias de su infancia querían tratarle mal. Recordó los bellos momentos de su infancia. Y así lo que más extrañó fue su mamá, un segmento muy importante para que su niñez fuera maravillosa e inolvidable.




2.- LA HOJA SAGRADA
Cuento

 “Genaro Chavinpalpa es un hombre sin familia, coquero y muy trabajador, siempre tiene algo que hacer y gana dinero suficiente para vivir.”
 “En el pueblo, donde habitan sólo veinte familias, tiene un cuarto de adobe con un corralito donde cría cerdos, gallinas, palomas; bajo la sombra de una Campanilla tiene un cuyero donde  decenas de roedores nacen, crecen y son comercializados. En su pequeña habitación todo está en orden”.
A sus visitantes manifiesta su estado de ánimo optimista al decir que: “Cuando se mastica las sagradas hojas de la coca no se tiene sed, hambre ni pena”.
Pese a ingerir alimento sólo  una vez al día, posee musculatura de buey arador, agilidad felina y mirada de halcón. Siempre canta para hacer trizas los vidrios de la soledad y rendir pleitesía a la coca:
Hoja verde de la coca
humo ralo del cigarro
con los dos la vida agarro
al tenerlos en mi boca.
Suele decir, “todo vicio he dejado, pero a mi coca no la dejaré, porque es planta sagrada, hija de la Mama Patsa, que da fuerza y conduce a la felicidad  eterna”. 
Se vale de un verbo convincente para convencer a sus visitantes enfermos y desilusionados: “No importa que los débiles o inferiores, los retardados mentales, los duros de corazón reaccionen con rabia, de inconformidad o impotencia cuando digo: “Cuando fumo mi cigarro “Inca” y mastico mi coca, los dos me dicen: Son dulces en la boca y amargos en el vientre. Todas estas cosas pertenecen al diario vicir y cadas cual se ejercita a su propio mal por amor a su creencia.
La medicina oficial está cavando su propia tumba.  Los esbirros de la higiene serán los sepultureros drlod m´rdicos. Los cacheros no se acabarán jamás, Los médicos aprenderán a chacchar para aprender a curar.

  
3.- APÓSTOL SANTIAGO
cuento

 “Al final del trabajo agotador de la cosecha de papas en Cruz Pampa, doña Felicitas,  pese haber comido pachamanca con tres carnes y papas asadas en hornos construidos con piedras y terrones para la ocasión, con quesillo fresco y rocotos verdes, llegó a su casa muy cansada y cenó; después  se metió a la cama seguido por el ¡miau, miauuuu” de su gatito  de orejas puntiagudas y  ojitos incandescentes y quedó profundamente dormida arrullado por el ronquido del animalito.
Rezaba, arrodillada en un reclinatorio, frente al Altar Mayor del templo virreinal, declarada Patrimonio Cultural de la Nación y al sentir el peso ligero de unas manos giró la cabeza y sus ojos se toparon con los del Patrón del pueblo, Apóstol Santiago.
Y el guía le pidió que sea su mayordoma para depositar flores aromáticas y velas en su altar; luego el Santo del pueblo cabalgó su corcel blanco y partió como rayo, dejando al rededor chispas producidas por los herrajes al rozar con el piso pedregoso. La devota despertó cuando los primeros rayos de la aurora se extendían en el horizonte”.
“Durante la semana, Shanticho visitó a muchas  personas, recordándoles sus obligaciones para la Fiesta Patronal. El estaba seguro  que, ese año, la celebración de su festividad sería pomposa, con juegos artificiales, corrida de toros, comilonas, reencuentros  de centenar de cochapetinos residentes en Lima y países extranjeros.
El 25 de julio, día central de la festividad, el apóstol estaba radiante y con sonrisa a flor de labio, porque los festeros le ubicaron en una anda de cedro tallado y barnizado por artesanos de Chacas, adornado con flores variadas. Su rostro se tornó rosado porque le vistieron con camisa blanca, pantalón azul y capa roja con grecas doradas y sombrero de pico del mismo color; sostenía con la mano derecha enguantada una espada de plata con empuñadura de oro.
 “Entonces, después de la misa, todos los asistentes, al compás de la banda de músicos, bajo la dirección del
trompetista “Zambo Mashi”, en procesión solemne, le expresaron su profunda devoción, con los sentimientos de: Sabiduría, ciencia, Piedad y Temor.
“Después de la corrida de toros, los comuneros y visitantes se retiraron y al día siguiente, después de la homilía del sacerdote, los devotos recibieron la bendición y la recomendación de cumplir con la promesa de hacer mejor la fiesta el año próximo.
Concluida la Santa Misa, los reunidos, en el atrio empedrado con lajas de piedras azules y blancas, se dieron abrazos de despedida y promesas de retornar.
En un extremo, sobre una mesita de aliso, el sacristán Moisés Alejo, hombre diminuto y barrigón, anotaba en un libro de actas los nombres de  los “Qellis”, quienes apoyarían a los festeros, en la próxima festividad,  con cargo de reciprocidad.


4.- DON TOMACO
Cuento

Don Tomaco, en su brioso corcel, había recorrido desde su fundo de “Camochó” hasta Cochapetí y al final del trayecto se sintió cansado. Durante cuatro horas, había recorrido cuestas entrelazadas por caminos curvilíneos, manadas pobladas por centenar de reses cuyos becerros encerrados en chiqueros berreaban aguijoneados por el hambre; había cruzado riachuelos bullangueros que hacían competencia con el trino de las avecillas que saltaban de una rama a otra y otra y otra.
Se apeó, saludó al tendero, muy atentamente y le pidió un balde de agua para su corcel “Veneno” y una cerveza espumante para él.
Su potro sudaba copiosamente para asegurar su regulación térmica, es uno de los pocos animales que actúa de esta forma.
Don Antonino, uno de los tenderos más honorables del pueblo, calmó la sed de sus visitantes. A él le ofreció una banca forrada con pellejos de venado como asiento y  al solípedo sombra, balde de agua y paja de cebada.
 Don Tomaco brindó, elogió y bebió con muchos parientes y amigos que se reunieron en la cantina; finalmente, completamente ebrio, se tendió sobre la banca alfombrada con pieles de venado y  se quedó profundamente dormido.
En la espesura, cuando trozaba troncos de chachacoma, se le apareció una mujer bellísima con encantos mitológicos, llevaba un vestido transparente que mostraba una anatomía exuberante de hembra quinceañera, erguida con una mirada seductora. Su postura era indolente y pasiva.
Soltó el hacha, se limpió  el sudor con el dorso de sus manos callosas. Nervioso se acercó y junto a la aparición, sintió la atracción irresistible. El parecía acero y ella imán.
La cogió con vehemencia salvaje y se dejaron envolver por el remolino turbulento de la pasión. Sus vientres sudaban y la cadera redondeada de ella se movía, se movía y movía de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba, levantándose, hundiéndose en el lago esponjoso del pajonal seco  que cantaba: Crac, chirrr, crac , chirr, crac, chir...
La esposa del tendero, que era la sobrina del visitante, interrumpió el sueño  del cliente.
¡Tío Tomaco, Tamaco! Ya es tarde, despierta.
Despertó y preguntó.
¿Donde está ella? No la veo.
¿A quién se refiere tío?
¡Nada! Son efectos de la borrachera, alucinación, sed  y hambre.- Pidió una botella de cerveza.
Natalia, la esposa del tendero, se acercó y dijo:
Tio Tomaco, ya no beba, pasemos a la cocina. He preparado un Yaku kashki con papitas tiernas de hallqa warmi que ayer cosechamos  en los parajes de Utkush .
Gracias hija. Eres tan amable y buena como tu madre, mi hermana que muy pronto nos abandonó, cuando apenas tenías siete añitos.
El tío  extrajo de sus alforjas chirimoyas, paltas y pepinos, de su fundo y entregó diciendo.
Para que endulcen sus labios  y la de los chicos.
Concluido el desayuno, con huevo y tocino con típicas papas amarillas de acompañamiento, hizo compras que llenó en sus alforjas y cabalgando su brioso y descansado corcel, partió rumbo a su fundo.
El galope es un aire mucho más cómodo para el jinete, porque es más fácil seguir el movimiento del caballo. Pero también es mucho más rápido que el trote y, por lo mismo, provoca temor en muchos novatos. Don Tomás prefería el galope levantado y parado sobre los estribos, levemente inclinado hacia delante, hasta que el trasero ya no esté en contacto permanente con la montura.
Al final de la calle, levantando el brazo derecho y blandiendo el sombrero de jipe japa se despidió.
“Hasta pronto, si Dios quiere volveré”.



5.- “EL BARRANCO”
Cuento

El chacarero se llamaba Luís Huerta que tenía tierras de cultivo en las propiedades heredadas de su señor padre, don Daniel Sabino; tenía veinticinco años y  su vida en el campo, desde que abandonó sus estudios en el colegio capitalino donde se destacó como escritor, no era tan fácil ni maravillosa. Trabajaba duro, se arriesgaba mucho y no lograba una retribución justa como para darse una vida lujosa rodeada de comodidades y formar un hogar.
 Decía que era responsable de la muerte de doña Perfecta que la encontraron en el barranco de “Urán, los peones que fueron a limpiar la acequia que conduce agua de la laguna de
Shiqui  a las tierras de la comunidad de Cochapetí. Las mujeres que la vieron compartir con ella, sentados al bode de una acequia que conducía agua cantarina que son su ¡culll culll culll! Incesante acompasaba el trino de las aves, comentaban que el criminal era él; eso no le importaba porque estaba dedicado a escribir un diario detallado de los pasos que siguió para asesinarla. A sus visitantes solía decirle: “Cometí el crimen porque  soy el aborrecido del pueblo y la única que me entendía era ella”.
Conoció a Perfecta, en el mes de mayo, durante la cosecha de papas en el paraje de Cruz Pampa, donde al centro del Callpal construyó un horno con terrones y piedras labradas. Ella atizaba el fogón con  chamizas secas y asaba “Jallka warmi” y “Utkush”, papas arenosas y agradables que fueron degustados con “Kushara” fresca y quesos añejos, en el momento de descanso, cuando el sol  reverberaba en el cenit.
 Ella atendía a diestra y siniestra exhibiendo sus bamboleantes y apetecible senos. Nadie se  dio cuenta del celo que le despertaban las miradas golosas de los jóvenes a excepción de su tía Ushi que desapareció, después del almuerzo campestre, llevando sobre la espalda una lliklla de papas escogidas.
Una tarde cuando Perfecta se dirigía a la fuente de Paccha con un atado de ropas para lavar, la siguió hasta el lugar donde  ella cogió las ropas sucias y las sumergió en el lavadero mandado construir por el alcalde a pedido de las mujeres del pueblo. El se acercó y empezó aventarle piedrecillas como muestra de su presencia y estima. Entonces conversaron y Luís le preguntó si ella sentía algo por el. La respuesta fue  una sonrisa coqueta seguids de una sonrisa astuta.
 Era el medio día, ella recogió los vestidos tendidos en el champal, la envolvió y puso a sus espaldas ajustando entre su mandíbula y los senos las puntas de la Lliclla; llenó el balde con agua fresca y partió hacia el pueblo con pasos ligeros. Al día siguiente cuando Perfecta se dirigía a Qarwanchi por alfalfa para sus cuyes y cebollas para la cocina, él esperó en la curva del camino y sin preámbulos  dijo que la amaba. Ella sonrió y manifestó que era casada. Sin pérdida de tiempo  la cogió, la tumbó y después de un breve forcejeo ambos fueron transportados al paraíso de la entrega placentera con besos, abrazos y chasquidos de olas embravecidas en las orillas de la playa extensa del placer. Se levantaron y cada cual siguió su ruta sin intercambiar palabra alguna.
A la mañana siguiente Lucho fue a la casa de Perfecta y encontró a don Chavinillo sentado en una mecedora, al costado del patio de su casita, solazándose bajo la sombra de un  Floripondio poblado de flores blancas ensanchadas. Le dijo que su esposa había ido a Qarwanchi  a atender a sus animales y sembríos con ayuda de su primo “Shawi”. Montó en ira y se despidió  del ciego que rebasaba por todo los poros inocencia e humildad.
Durante meses, Luís y Perfecta, a ocultas, en los barrancos, en la cabecera de los huertos y bajo la sombra de los quinales se veían continuamente. Luís la amaba desesperadamente, pero se daba cuenta que Perfecta lo quería como pasatiempo.
Las crisis la permitió traicionar a su esposo Chavinillo y a todos sus amantes circunstanciales, su manía era abandonar su hogar y deambular por quebradas, pueblos vecinos y sementeras para perderse en brazos de chiquillos, mozos y adultos.
Una tarde la encontró en el patio de su casa y le invitó a sentarse, sus ojos redondos y saliendo un poco de sus órbitas, ansiosos, su pelo hermosamente desgreñado, ayudado con una bincha para “normalizarlo”. Le saludó por haber permitido la visita en su casa  y admitirle conversar y le pidió pasar unos momentos en su alcoba, sin contestarla le miraba ansiosa. Le dijo: “Gracias por visitarme, por ser valiente, tu petición es genial, pero mi esposo está descansando.
Dejó de mirarle, sus ojos se volvieron dulces y su boca habló con voz emocionada: “por fin, sólo necesitaba que alguien me entendiera”. Se levantó e ingresó a su cuarto diciendo. Chawinillo abre tus brazos para que me devores.
Desde ese momento, muchos de sus encuentros terminaban en peleas furibundas porque él siempre le preguntaba sobre las relaciones íntimas que ella sostenía con los jóvenes de la comarca y los foráneos que la visitaban  de vez en cuando.
En una de sus demencias discutieron fuertemente y ella se marchó gritando y llorando sin hacer caso a las llamadas de él.
 Una mañana, muy temprano, Luís se dirigió a “Qarwanchi” y en la puerta de la casita de don Chavinillo, que a raíz de un accidente se quedó ciego y vivía a expensas de su esposa,  se topó con Shawi que salía en compañía de una mujer agraciada y extraña. Le manifestó que  Perfecta se había quedado en el lecho que habían compartido los tres. Luís recordó que después de una  borrachera se había quedado en casa de un amigo con su pareja, lo que pasó afloró con toda claridad en su mente, tenían las copas hasta la cabeza y entonces se metieron a la cama los tres e hicieron de todo, sintió rabia y a la vez morbo pero, siguió con ella, es difícil verla, entendió que las tres se habían acostado y que ella era una falsa y merecía otro trato. Llegó a la conclusión de que Perfecta era  una prostituta.
Desde entonces, todas las mañanas la esperaba en los recodos del camino y ella no aparecía. Después de una espera interminable los vio que avanzaban jugando y dándose pellizcos, se abrazaban, se besaban. Era marzo, la tormenta, con truenos y relámpagos sorprendió. Lís se escondió en una cueva  y extrajo de su bolsillo un cuchillo marca “Toro”, la afilo en una piedra pulida por el tiempo, la limpió con los dedos y después de darle un beso la envainó y guardo en el bolsillo de su saco.
Cuando salió al encuentro de la pareja vio que ella sola se acercaba,  le preguntó tristemente qué iba a hacer, él le respondió que tenía que matarla por haberlo traicionado con varios, entonces, llorando le clavó el cuchillo en el pecho y lo desbarrancó por la pendiente rocosa que terminaba en un barranco profundo.
Se dirigió a Cochapetí y penetró a la casa de Perfecta donde encontró a don Chavinillo. Le confesó al ciego que venía de la estancia de Qarwanchi, que Perfecta era la amante de Shawi y por eso lo había matado; entonces el ciego le gritó que era un demente. Luego fue al Gobernador y se entregó. Fue remitido a la provincia de Aija y después de un breve juzgamiento quedó preso, en el encierro intentó darle explicación a la última palabra del ciego: “loco” y el por qué Shawi se hubiera suicidado.


6.- IRENE
Cuento

Desciendo de una familia de  artistas rico en imaginaciónn y creatividad. Mis compañeros de estudio me han llamado “Qallwash” porque para pintar  mis cuadros  utilizaba  el color amarillo; pero, hasta el momento, no se ha resuelto el término  Artista si es genialidad o la forma elevada de expresión creativa
Aquellos que pintan paisajes de día sueñan un mundo maravilloso de noche. En sus recorridos raros observan los jardines  del cielo y se agitan, al dejar de bostezar, Imaginando que han recorrido los senderos  que Dante lo hizo guiado  por Beatriz. Recorren, en frágil embarcación, el turbulento lago de las Estigias.
Confieso que soy artista, que estoy iluminado, que hay dos momentos en mi existencia mental: el estado de pureza que  pertenece a los sucesos de mi infancia, y un estado de oscurantismo y desvío, que pertenece al presente y a los episodios que  instituyen la segunda etapa de mi existencia. Por eso,  escuchad lo que les contaré del primer período, y del segundo.
La mujer de mi adolescencia, de quien tengo la fotografías clara en mi mente, era la cuñada del hermano de mi tío padre  que se había casado con una profesora del  pueblo vecino de Malvas. Se llamaba Irene. Juntos habíamos recorrido los parajes frígidos de Ishke Cruz y pasado momentos inolvidables en “Pishtak Maché”, Cueva del degollador, mientras  la lluvia torrencial con rayos, truenos y relámpagos hacía estragos con los pastores y sus rebaños de pelambre albo.
Pocos llegaban al lugar maldecido por las viudas que habían perdido a sus esposos secuestrados, asesinados y hervidos en pailas por los “Pishtaqkuna” en el amplio  recinto de  la cueva misteriosa. Hacer el amor, protegidos  por paredes ciclópeas  y animados por la fragancia de flores silvestres y trino de avecillas era lo más sublime e inolvidable. Solos , aislados de la curiosidad de vecinos, sin preocuparnos del mundanal cuchicheo, yo, mi amada y el manantial de la soledad.
Mis dedos se deslizaban por caminos sinuosos de su cuerpo hasta su puquial tibio y palpitante, así como los espacios que se extendían desde la enmarañada selva perdiéndose en las profundidades del placer que agitaba a nuestros corazones, con latidos del amor y la energía de los apus.
Tomados de la mano, durante noventa días que duró la vacación, recorrimos Irene y yo por esas laderas pobladas de ichus, pajonales y quenuales antes de que el amor fermentara en los “Kuntus” o vasijas  de nuestros corazones.
Ocurrió una tarde. Palabra alguna pronunciamos. Habíamos arrancado al amor toda su furia y encanto  y  sentíamos el in cen dio de todos los deseos de nuestros antepasados. Todo a  nuestro alrededor cambió. Flores aromáticas brotaron en las paredes rocosas. Y la vida emergía  en los senderos polvorientos, todas  las  aves desplegaron su plumaje ante nosotros, convirtiendo toda su trayectoria en estela esplendorosa.
Irene embelleció, pero era una doncella normal e inocente, como la vida de los amancayes  amarillos que poblaron  los cerros tornándolos embriagadores con sus aromas edénicos.
Ningún cambio en la naturaleza disimulaba el amor ardiente que sentía por mí.
Habiendo pronunciado una mañana, entre lágrimas, la palabra : “Hasta pronto, amor mío y cuídate”, partí en mi  brioso corcel hacía el lejano horizonte.
Sintió palpitar su corazón con ritmo acelerado y supo que, su hermosura se arrugaría con la ventisca de la lejanía. Le dolía pensar que, una vez alejados, yo olvidaría para siempre aquellos felices lugares, transfiriendo mi amor apasionado  a otra joven. entonces, la abracé con  fuerza y juré, ante ella y ante el patrón Shanticho, que nunca la olvidaría ni la cambiaría por otra y poniendo a Dios como testigo juré recordarla siempre y si faltara que recibiría el castigo más horrendo. Sus ojos  se opacaron con las lágrimas que fluían  de lo más hondo de su tristeza. Tembló  y suspiró, aceptando mi  juramento que la alivió.
Distante del paradisíaco Cochapetí, formé mi hogar en la ciudad de Huaraz, entre las cordilleras Blanca y Negra, cerca muy cerca del coloso Huascarán. La cueva de “Pishtaq Maché”, las laderas de Ishke Cruz” desaparecieron del panorama del recuerdo.  Y la arrulladora melodía, más suave que el arpa  del “Zambo Mashi”, director del Conjunto Musical Folclórico Los Amancayes de Carmocho, salvo la voz de Irene, fue apagándose poco a poco, en murmullos cada vez más sordos, hasta que la corriente del río Santa, al fin, se dimensionó. Y por último, mangadas de nubes voluminosas se posaron sobre los lomos de los picos elevados del Huascarán, Huandoy y Hualcán.
Apoderándose de los resplandores dorados y magníficos del Callejón de Huaylas.
Pasado el tiempo, las promesas de Irene no cayeron en saco roto, pues escuché el balanceo de sus palabras y las olas del perfume de su cabellera flotaban siempre en el ambiente de mi Taller de Pintura originando un latido pesado de mi corazón, y una vez -¡ah, sólo una vez!-  despertó de un sueño, como el sueño de la muerte, con la presión de unos labios espirituales tibios sobre los míos que estaban helados como el cielo del San Cristóbal.
Me dolía la cama, las cortinas y la cómoda por los recuerdos de mi dulce Irene  que la abandoné en busca de otros latidos y otros movimientos.
Viví en Huarás que fue arrasada por el sismo del 31 de mayo, donde todas las casas cayeron y la ciudad fue borrada, junto con mis dulces sueños que maduraron en Cochapetí.
El apoyo de los países del universo que convirtieron a Huarás en Capital de fraternidad mundial, la fastuosidad y la bonanza y el boom minero y la belleza embriagadora de las mujeres intoxicaron mi mente. Sin embargo, mi alma seguía fiel a su juramento, y las indicaciones de la presencia de Irene todavía me llegaban en las silenciosas horas de la noche. De pronto, cesaron las manifestaciones descritas y el mundo cambió ante mis ojos y quedé tentado de las bondades féminas, el dinero y el licor  que me a tentaron y succionaron, pues aterrizó de algún lugar, de lejanísima tierra, a la renaciente ciudad donde residía, una jovencita ante cuya presencia mi corazón traidor se encorvó, a cuya figura me incliné sin resistencia, con el ardiente sometimiento amoroso. ¿Qué era, en verdad, mi pasión por la joven de Malvas, en comparación con el ardor  que me provocaba
Alejandrina? ¡Ah, incomparable ángel Alejandrina! De veras, no
me quedaba aliento para ninguna otra. ¡Ah, sublime aparición, Alejandrina! Y al contemplar en las honduras de sus pupilas, donde moraba el recuerdo, sólo pensé en ellos, y en ella.
Me casé en Semana Santa; perdí el temor a la maldición que había conjurado, y su padecimiento no me doblegó. Soy sincero, pero sólo una vez en la quietud de la noche, llegaron a través de la mampara los suaves suspiros que me habían abandonado, y adoptaron la voz dulce, familiar, para decir: «¡Descansa en paz y de Dios goza! Escucha, el Amor es inquebrantable. Abriendo tu corazón enamorado a la noble Alejandrina, estás libre, por razones que conocerás en el Cielo, de tus juramentos a Irene.»

7.- ACRÓSTICOS
CUENTO


Enclavado en las alturas de la Cordillera Negra, Cochapetí con su cerro Ishke Cruz, Dos cruces, pasa por ser un celoso guardián de sus antiguas tradiciones. Pueblo eminentemente agrícola y ganadero, su nombre proviene del quechua Qocha, laguna y Peteq, altura; allí se encontraba mi centro educativo, donde estudié con mi tía Pelagia y mi prima Casilda. A la hora del recreo, generalmente, me quedaba en el salón de clases, escribiendo acrósticos.
Yo era un niño introvertido que canalizaba mis  esfuerzos hacia un crecimiento personal, me preocupaba por mi propio mundo. Era ajeno a los juegos grupales, desconfiado que buscaba casi siempre estar solo.
En cambio mis compañeras eran demasiadas extrovertidas, preocupadas por el mundo externo. Hacían amigos fácilmente y disfrutaban llevando la conversación en el grupo y dándose abiertamente hacia los demás.
El Primer poema que escribí fue para Casilda, mi hermana
espiritual, cuyos padres eran mis padrinos de bautizo. Se sentaba junto a mí, en una de las carpetas vi personales que nuestro profesor y director del C.E.Nº 1708 de Cochapetí, había conseguido, gracias a una gestión realizada en el Ministerio de Educación. Logro muy importante para nuestra promoción, ya que durante los cuatro años de primaria  nos habíamos sentado en sillas, troncos de eucalipto o tablas puestas sobre hileras de adobes.
El último día de la semana, notando mi comportamiento raro, mi maestro, dejando a mis compañeros de clase jugando en el campo de recreo, regresó y me sorprendió escribiendo un acróstico con tinta roja en un papel con guardillas. Decía:

Casilda, hermana y tormento de mis sueños,
Acuño con tinta carmesí estos versos de amor
Suplicando al divino de salud nos colme,
Implorando a Ñaticha y patrón Shanticho
Las bendiciones para en la vida triunfar
Dando a nuestros padres satisfacciones mil,
Ahí cuando la vejez amparo y afecto reclama.

Sin pedir explicaciones, me arrebató el papelito y llenó al bolsillo, increpándome que salga a jugar con mis compañeros.
Recuerdo que me dijo: “En cuerpo sano mente sana”. “Cada cosa en su lugar y cada lugar para cada cosa”; “el recreo se ha hecho para recrearse”.
A una semana del incidente, solicitó me acercara a su pupitre y devolviéndome el papelito me felicitó y dijo a mis compañeros  de clase, que en el aula había nacido un poeta que volará como el gavilán, alto. Muy alto y solicitó un caluroso aplauso; luego me dijo, dentro de cinco días, Pelagia, la compañera de ustedes, cumple sus quince años y quedan invitados  a su fiesta. En el momento adecuado, nuestro poeta declamará el acróstico  dedicado a mi hija, compañera de ustedes. ¡Bravo! Gritaron mis compañeros y ella se paró para recibir aclamaciones anticipadas.
En la noche fui a su casa  y le abordé con preguntas. ¿Qué flores te gustan?; ¿Cuál es tu color  preferido?; ¿Qué profesión te gustaría abrazar? y otras interrogantes más que  me permitiría  diseñar el armazón del acróstico que le declamaría, llegado el momento.
Las personas somos los seres vivos menos felices del mundo, no como los animales que con vivir son felices. Somos infelices pero cada uno de una manera distinta.
Estamos continuamente buscando la felicidad, pero siempre encontramos algún obstáculo que no nos deja completarla.
Faltaba un día para el momento esperado. Ella fue al fundo de sus padres, en compañía de Gerarda, ama de llaves de la familia, para abastecerse de cuyes, gallinas, huevos, papas, orégano y rocotos para la celebración de su cumpleaños. Eran las cinco de la tarde cuando retornaba al pueblo, con cargas sobre el lomo de un jumento y las espaldas de la muchacha. Apuraba la marcha del animal, azuzando desde su cabalgadura.
De pronto, del borde del camino, que sin duda descansaba protegida por el chamizal,  salió una perdiz volando y asustó al caballo que corcovó. Ella salió disparada por los aires y cayó al borde de un precipicio y al intentar levantarse y avanzar hacia el camino, trastabilló y rodó por la pendiente escarpada, cayendo al fondo del precipicio por donde corría el riachuelo. Murió ahogada en el “bonle”.
La muchacha, empapada con lágrimas y la vestimenta desgarrada por el esfuerzo realizado por rescatar el cuerpo de su ama, testigo de la caída, relató cómo ocurrió el accidente. “Estaba detrás de la recua y cuando noté el incidente, rodé por la pendiente y caí cerca al cuerpo inerte de Pelagia e hice esfuerzos para reanimarla  y todo fue inútil.  Grité con todas mis fuerzas, pidiendo auxilio. Hasta que don Serafín, hombrecito bajo y macilento con bola de coca en el carrillo, se acercó y pudimos trasladar el cuerpo inerte y ensangrentado al borde de la acequia por
donde corría el agua con su  culll, culll, culll…incesante.
De pronto me sentí rodeada por mucha  gente que trasladaron a la difunta a la casa de mi profesor, donde se veló, durante dos noches entre ramos de flores, cirios enlutados y ella sobre un lecho de seda blanca, con algodón en las fosas nasales, sonreía, ofertando su serenidad a través del cristal de ataúd”.
No hubo fiesta de quince años,  sino el entierro de una niña, la luz de los ojos de sus padres. Junto a las primeras lampadas de tierra, apretando, con mucha fuerza, mis manos la prometí en completo silencio, que cuando vaya a donde ella está, le recitaré un acróstico en su fiesta de cumpleaños, allá en el cielo.
Desde aquel momento aciago, todas las noches escribo y destruyo acrósticos y seguiré escribiendo hasta cuando haya logrado darle un acabado como ella, seguro, está esperando.



8.- AMANECERÍA OTRA VEZ
Cuento
                                                                                                             
Llegó el momento en que la noche caía lentamente, cuando el sol sumergió su blonda cabellera en las profundidades turbulentas del misterioso Océano Pacífico.
Los cerros escarpados de las punas frígidas y las lomas multiformes de arenales sedientos  de la costa, las planta frutales de los valles y los maizales de barbas  doradas de las quebradas eran una unidad.
Parecía querer ingresar a nuestros hogares con los párpados cansados y dispuestos a cerrar para descansar hasta el amanecer, algo que los hombres no pueden explicar, como si la locura se generalizara y los hombres locos, locos buscaran una cama para pernoctar placenteramente, olvidándose de todo.
El anciano se sentía, entonces, un abuelo muy cansado  con el pecho fibroso que le impedía respirar con normalidad y una sequedad en la garganta que quería aplacar la sed del cuerpo jadeante y doblado hacia adelante, ojos y boca abierta.
Se dirige a su dormitorio con deseos de  extender su cuerpo cansado de tanto trajinar por los senderos de la incomprensión. Pensaba en un nuevo amanecer y su anochecer  con sombras y manchas violetas tornándose negra en la faz del horizonte, dar satisfacción al cuerpo sería placentero después de tantos años vividos. Con la cabeza en el suave almohadón estira los pies huesudos y fríos, como  ensayando para  reposar en el ataúd.
Empezó a sumergirse en los brazos ansiosos y suaves del sueño placentero. … todo caía lentamente  bajo sus párpados y amanecería para dar paso a otro anochecer.

9.- DOLOR QUE NUNCA CALMA
Cuento

Don Mariano Cuentas, hombre de estatura  mediana, cabellos hirsutos, nariz aguileña y desafiante, sentado detrás de  su pupitre de nogal, dialoga con los delegados de las veinte provincias de la Región Ancash,  entre todos ellos resalta la figura de Damián Ceno Simeón que tiene un metro ochenta centímetros de talla, cuello macizo, músculos fibrosos de buey arador que los exhibe orgulloso.
Manifiesta que la desaparición misteriosa de cinco comuneros de Cochapetí y uno de Cotaparaco, pueblos vecinos de las vertientes del pacífico, se supone que ha sido fruto  de un plan maquinado y ejecutado por los abigeo organizados en coordinación de ciertos políticos que ambicionan llegar al poder aprovechando de los paros pacíficos en protesta por la pésima administración de justicia y administración pública en general.
Como presidente de las Rondas Campesinas de Ancash está en la obligación de informarles y solicitarles su parecer con un paro a convocarse, en respaldo a los seis desaparecidos que pese a la búsqueda intensa, durante meses, por los comuneros de la franja occidental de las vertientes del Pacífico y la intervención policial ni rastros.                                                  
Haciendo de las punas frías un escenario macabro que quedará sellado en la historia de nuestros pueblos que claman justicia y orden. El tabletear de las cascadas sobre la superficie fría de las pendientes rocosas, el silbido de los vientos y los gritos desgarradores de los torturados salvajemente, antes de morir, seguirá orquestando temor, en el espacio, por la consumación de los siglos.
Damián, sin necesidad de pararse, con voz ronca y segura, manifiesta su adhesión  y convocatoria  para un paro pacífico de solidaridad con los familiares que  han perdido a sus seres queridos y sugiere como fecha, dentro de tres días.
Apenas concluida la reunión, acudió a la imprenta y en veinte minutos entrega, a cada delegado, abundante material impreso de convocatoria. Tenemos que dar ejemplo de unión y fortaleza porque los ronderos tenemos como lema: “Nunca de rodillas, siempre de pie”.
El cielo del mes de mayo es límpido. Aparece y desaparece en cada paradero junto con su veinte ronderos. Recorren a pie zonas abruptas, pampas de arenal que impiden el avance de los pasos, cumbres nevadas con ichos silbadores; las mujeres macilentas se movilizan preparando fiambres y disponiendo  a sus hijos a una persona mayor que se quedará bajo la responsabilidad de los menores y los jóvenes empiezan a concentrarse  en las urbes. Todo el mundo empieza a batir el pañuelo de la protesta, protegidos por los santos patrones de sus pueblos.
Ante una multitud concentrada en las plazas de armas de las provincias, los Ronderos trasmiten el mensaje concordado. Mariano y Damián, al frente de millar de personas, desembocan a la plaza mayor de Huarás, donde Pedro Pablo Atusparia invocó a sus huestes actuar con calma y tomar la Prefectura, y desde un tabladillo improvisado con cilindros, cada uno en su turno, invocan al Supremo Gobierno tomar las medidas adecuadas para lograr el bienestar del Perú y se eviten por todos los medios pacíficos los enfrentamientos y que  los parlamentarios tomen las medidas adecuadas para enmendar errores con proyectos de ley adecuados.
Concluido el paro, cada grupo retorna a su lugar de origen en camiones fletados por los gobiernos locales, mientras los dirigentes  se dirigen al local de las Rondas Campesinas para realizar la sesión de evaluación.
Don Mariano, hombre de estatura mediana, cabellos hirsutos, nariz aguileña y desafiante, sentado detrás de  su pupitre de nogal, dialoga con los delegados de las veinte provincias de la Región Ancash; apertura la asamblea de evaluación del Paro Pacífico que acaba de concluir a nivel departamental. 

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