jueves, 24 de mayo de 2018

CUÉNTAME CUENTOS...¿yAAA?

MADRE TIERRA

 DOMINGO DE GUZMÁN HUAMÁN SÁNCHEZ
File:Cochapeti.jpg
La madre Tierra espera, con sus fuentes cristalinas para calmar la sed, con el trino de sus avecillas, con sus campiñas y ríos para fecundar y frutecer las semillas, con sus senderos bordeados de pencales y alísales para  reanudar la caminata ascendente hacia grandes logros, con sus cerros nevados, valles, quebradas, eucaliptos, puyas y retamas que conforman un singular paisaje.

    Pero, los hombres la abandonan como si ella fuera  la   culpable de las sequías, de las lluvias torrenciales, de las plagas y contaminaciones ambientales.

 La Madre Tierra, morena, rubia, roja, cobriza o blanca es la raíz que nutre las tradiciones. Alimenta a los seres vivos y perdura genealogías.

- En la pampa he quedado, nada tengo, después del sismo. Los cholos de las estancias se llevaron la pequeña fortuna que poseía, en mi tienda: Los relojes " Longines" 0ris", enchapados de oro y plata, lo lucirán en sus fiestas... - decía el fotógrafo Sotomayor.

- Mis teléfonos han desaparecido, también mi máquina de escribir; según mi vecino, han sido los cholos de Monterrey y Chawín.- relató encolerizado  el escribano Máximo Rudesindo, cuya panza de cebón se agitaba como las olas de mar, cuando hablaba.

- De la botica " El Pueblo", en presencia de sus dueños, una recua de coqueros  de Huanchac, Curhuas y Paria  han sustraído cajas de medicamentos, -Afirmaba el Sr. José Angulo, hombre delgado y alto, que tenía una cafetería en la Plaza de Armas.

-    De los salones de belleza se han llevado perfumes, lápiz labial, talcos, secadoras eléctricas, depiladoras, tijeras, cojines, tinturas, pelucas y cosméticos de toda marca. – agregó el peluquero Durán, lanzando un escupitajo espeso que al caer al piso polvoriento se torno en una bola gris.

 No sería raro que las paisanas polleronas, con trenzas llenas de liendres, aparezcan con labios, ojos y pómulos pintados.- Comentaba, colérico, el guitarrista Joel Arequipeño, director del Conjunto Musical “Los Intimos” que amenizaba fiestas familiares con repertorios de música criolla y andina, con un estilo peculiar.

-     El sismo ha vuelto rico a los pobres diablos  y pobre a los ricos explotadores... ¡Viva Piérola  carajo¡ -  remató el loquito y mugriento “Mañu Cóndor”,  alejándose del grupo de comentaristas, con paso ligero de pichis, con hombros pegados a la cara y la melena mugrienta.

Así dialogaban, en un ángulo del perímetro de la plaza de Armas de Huarás, algunos sobrevivientes  del sismo del año setenta.

Don Maximiliano Rosario Shuán reflejaba en el rictus de su frente la indecisión y la pena. Sentado en la  puerta de una carpa, donada por la Cruz Roja, divisaba los horizontes y apenas percibía los senderos y carreteras bloqueados por troncos de árboles y rocas gigantes de galgas y derrumbes.

Por la carretera polvorienta de Pativilca a Huarás, vino hace treinta años desde Paramonga, dejando conjuntos musicales organizados,  muchas grabaciones de su propia composición, como "Shillpi Rurimpa", "Lucerito",  " Paloma blanca",  “Maldita” y otras más; y   con  una bolsa de monedas de libras esterlinas  y de plata de cinco y nueve décimos , ahorro que le sirvió para instalarse en la mañana lloviznaba y al despuntar el alba, se levantó sin hacer ruido  y  besando  la frente  de  sus hijos que dormían, partió rumbo a la ciudad costeña de Casma; llevaba su fiambre y algunas ropitas en una alforja tejida con Kallwa por el artesano Llupi Macho que, pese a contar con noventa años de edad, seguía ejerciendo su actividad artesanal.

 Desde Callán Punta divisó, con el alma destrozado, a Huarás destruida y a los pueblos del Callejón de Huaylas en ruinas. Un raro presentimiento,  nubló su pensamiento y sus lágrimas se transformaron en bolitas de barro, al caer sobre el camino polvoriento.

Terció, sobre el hombro, su poncho habano teñido con nogal andino y siguió su caminata. Después de haber desenredado algunas leguas del sendero, se sentó sobre una piedra azulina y como si fuera  Paca paca malagüera, lanzó un canto lastimero, cuyas letras eran de la autoría de su señor padre:

 " Despachadora despachallame
hasta el puente de Cal y Canto,
tsepitam niña ewakullashaq
casadawampis, solterawampis".
                                
¡Ay, mi cholitallay, ay mi negritallay!
piraq meraq rikapenkan nawillanta
piraq meraq suwapenkan shonkullanta.

En  la gran urbe de cemento y polvillo azulino y pegajoso, donde los provincianos construyen sus casas en las partes más altas de los cerros, más cerca del cielo y lejos y muy lejos de sus valles interandinos y de la bondad de su clima, Claudio el fortachón de cabellos lacios, nariz roma y caminar lento, deambulaba buscando trabajo, hasta que la planta de sus calzados quedaron con perforaciones, que le dificultaban caminar sobre el pavimento que era una braza candente, alimentada constantemente por las lenguas de fuego del sol amarillo de verano.

Esporádicamente, reforzaba a  conjuntos musicales, integrado por huarasinos y recuaínos, que amenizaban fiestas sociales o eventos deportivos en las urbanizaciones del Cono Norte de Lima: Pro, Covida, Los Olivos, Año Nuevo, Carabayllo, Tahuantinsuyo, Ingeniería y San Martín de Porras.

 Lo poco que ganaba, apenas alcanzaba para sobrevivir; mientras, su mujer e hijos se alimentaban de las raciones que la Cruz Roja les entregaba y se vestían con ropas usadas y viejísimas que la JAN distribuía, después que sus funcionarios y voluntarios acaparaban y negociaban las confecciones de telas finas. Para nadie es un secreto que las casacas de cuero, que el gobierno cubano envió para los damnificados, se quedaron en Lima y no  fueron distribuidos en las zonas arrasadas por el sismo.

Después de recorrer muchos distritos y barrios, orientado por una tarjeta, se detuvo frente a un letrero luminoso que decía: "HATUCHAY - Gran Peña Folklórica".

Ingresó a un  ambiente elegante,  lleno de posters de artistas y un escenario con distribución adecuada de   lámparas. Una secretaria joven, con aire serrano se le acercó y con sonrisa fingida a flor de labio  le invitó a pasar a la oficina del gerente.

"El Trompetista", frente al responsable de la Peña,  hombre rechoncho, de cabellos hirsutos y casi de cincuenta años de edad, solicitó trabajo.

  - Sr. soy músico  damnificado del sismo,  necesito trabajar para sobrevivir  y  enviar algún dinerito para mis hijos, que esperan noticias de mí, allá en mi tierra, enclavada entre las cordilleras Blanca y Negra del Callejón de Huaylas.

Al final del diálogo que fue breve y sin  mucha trascendencia, donde las formalidades fueron superadas por el deseo absorvente de la explotación y la necesidad de trabajo, brotó una respuesta alentadora.
Trabajarás los días jueves, viernes y sábado de amanecida y los demás días te dedicarás a ensayos grupales y a la limpieza de los ambientes de la Peña. Se te pagará un buen sueldo y propina por trabajos extras.- dijo el administrador de la Peña " Hatuchay".

Cuánto me va a pagar ?.- dijo con temor.

- Durante un mes, trabajarás gratis, en calidad de prueba; mientras tanto, mi empresa  te facilitará una habitación y comida, que compartirás con otros  músicos provincianos que trabajan conmigo desde hace años.

Cuatro individuos, con calzados de gamuza y camisa blanca, ingresaron con sus respectivos  instrumentos musicales; y después de saludar al Gerente, con mucha reverencia,  ingresaron al interior de la casona.
- ¿Y después, Sr.?
Viendo tus cualidades, te contrataré ¿ Está bien?.

Como no tenía otra alternativa, aceptó la propuesta y de inmediato, con indicación de la Secretaria, que en el trayecto manifestó ser huancaína, ingresó a un cuarto reducido donde había colchones mugrientos extendidos en el piso, sillas viejas de madera y una mesa cuadrada de madera desvencijada, llena de partituras, en completo desorden.

La bóveda estaba llena de telarañas, las paredes despintadas, la puerta principal sin chapas y las ventanas sin vidrios, por donde filtraba un airecillo pegajoso que dejaba en el cuerpo una capa azulina de monóxido, exigiendo bañarse y cambiarse ropa a cada momento.
                                   

-  El colchón del rincón es para tí y puedes utilizar esa silla de color gris para colgar tu ropa y utilizar como asiento. - dijo la Secretaria y salió obsequiando una singular  coquetería.

Los días transcurrieron, como el trayecto de un cohete y su estridencia al explotar, y los ensayos eran muy exigentes y sin horario fijo. Había demasiada presión y carga emocional en los intérpretes contratados sin soporte legal.

- Tenemos un repertorio reducido de música andina y nos falta ensayar géneros musicales que se encuentran de moda, para interpretarlas este fin de semana.

- Es que ustedes no aprenden con facilidad, les dijo, Claudio " El Trompetista".

- ¡Ah carajo ¡... ¿Te crees más músico que nosotros? .- respondió el que  dirigía el conjunto musical, un cuarentón con un diente de oro y sonrisa forzada que encorvaba grotescamente sus labios. Parecía un rinoceronte en celo.
-Es una ligera apreciación, Maestro.- Le respondió Claudio "El Trompetista".
-Por ligero, te quedarás sin trabajo, salvo que pidas disculpas. Los músicos, aquí presentes, son afiatados y  merecen  respeto, consideración  y aplausos.
Limada las asperezas, Claudio "El Trompetista"  salió a la calle y deambuló de un lado a otro; y sin haberse propuesto llegó a una plaza, atestada de mimos, payasos, vendedores de baratijas, lustrabotas, heladeros, rateros, mendigos, orates...

 Se quedó contemplando el monumento ecuestre del Generalísimo Don José de San Martín, cruzando penosamente los Andes por el Paso de Uchpallata y recordó la fiesta del  Apóstol  Santiago,  Patrón de Aija, la Perla de las Vertientes. La diferencia estaba en que el caballo de Shanticho era blanco y brioso, destrozando con sus pezuñas a soldados árabes, adoradores de la Media Luna.

 ¡Oh, fiesta aquella ! El tocaba en una banda de músicos del caserío de Huanja, de la provincia de Huarás. Tres días , con corrida de toros, concurso de caballos de paso, campeonatos deportivos, vísperas con juegos artificiales, banquetes, bebida, bailes sociales y juveniles.

Sentado en una banca de marmolina, manchada con helados y betún de lustrabotas, deshilvanó en su mente, inmensa caja de resonancia de emociones y pasiones, las letras de un huayno que le sangró el corazón:
  

              -" Caminito de Mellizo
serpenteante y juguetón,
no me arrojes al abismo
que ningún mal te hice yo ."    

Se puso muy triste  y, levantándose con flojera, empezó a caminar,  sumido en sus pensamientos, cuando una voz de acento familiar le hizo voltear  la cabeza , con suavidad instintiva.

- ¡ Claudio , qué milagro ...!

- ¡ Josefina !

Se abrazaron emocionados y luego  dialogaron detenidamente, recordando los estragos causados por el sismo del 31 de mayo de 1970, el éxodo de la población huarasina y del Callejón de Huaylas  hacia la Capital peruana y otras ciudades del Perú y del mundo.

La profesora Josefina, mostrando satisfacción y cierto orgullo, le dijo que trabajaba en una escuelita del Núcleo Educativo Comunal del Rimac, a donde fue destacada, gracias  al apoyo del diputado ancashino  Geroncio Ramírez, quien le había cobrado, por ser paisano, solamente tres sueldos adelantados  y unas salidas nocturnas, de vez en cuando.

Josefina, joven profesora, natural de Tinco y Claudio, profesor  egresado de la Escuela de Bellas Artes de Ancash, se conocían, desde  Carhuaz, donde el   habíatocado trompeta, en la fiesta de "Mama Mechi" , como integrante  de la Banda Orquesta " Sol de Oro" del centro poblado de Huallcor de la provincia de Huarás.

Conversaron amenamente y caminaron hasta la Avenida Abancay y abordaron un ómnibus de la Línea 22 hasta el final del Puente del Ejército.

Después de recorrer, río abajo, una angosta callecita poblada de basuras, fumones, prostitutas y malandrines, ingresaron a un Callejón atestado de baldes, lavatorios y triciclos.

Un grupo de  personas bebían cerveza, dos zambos tocaban guitarra y cajón; tres mujeres con vestidos escotados y transparentes se reían a carcajadas, haciendo fiesta a un chiste de tono subido, lanzado por un zambo alto de cuerpo atlético, con pantalón blanco y bibirí azul, con cadena gruesa de plata que resaltaba en su pecho.

Varias mujeres lavaban ropas y platos, disputándose el agua de un solo caño; los niños semi desnudos con vientres voluminosos y cabellos rojizos por la desnutrición, jugaban a la guerra, recorriendo todo el callejón, salpicando con barro a las personas que lanzaban improperios.

Se detuvieron en la entrada, conversaron amenamente; y, a invitación de Josefina ingresaron ecorrieron el Callejón estrecho y prolongado, que parecía un sendero larguísimo que conducía al infierno mismo.

Mientras tanto, en el "Hatuchay", los músicos, compañeros de Claudio comentaban con  sinceridad.

-  Maestro, el "Trompetista" es un buen músico, escribe y lee partituras  a la perfección, debemos apoyarle y mostrarle nuestra  amistad y sacarle provecho en beneficio personal y del Hatuchay.

-¡Cuidado con ese sentimentalismo ¡. Debemos cerrar filas para mantener marginado al huarasino y evitar que escale posiciones.

- Nuestras decisiones y sugerencias deben primar ante el Administrador.
                               
Al fin, una mañana fría y lluviosa de Octubre, Claudio " El Trompetista" recibió una carta de su esposa. La leyó una y otra vez.

 Se puso muy triste y su corazón se endureció, lo tenía frío y duro como si fuera una de las piedras de Raju Qolta. Tenía muchas ganas de llorar, pero no pudo. Temblaba de impotencia, parecía un niñito con terciana, alejado de toda compasión y afecto.

“Aquí se hace colas larguísimas para   recibirraciones de alimentos en base a pescado deshidratado, frijoles, fideos  y arroz; la  carpa  mortifica demasiado y no podemos permanecer en ella, sentimos mucho frío en las noches y demasiado calor de día”.

"Grupos de profesores empadronan a los damnificados,  para  la adjudicación de lotes de terreno y entrega de viviendas; soldados del Batallón Huascarán derrumban casas y corrales que bien pueden reconstruirse. La cúpula de la catedral, arquitectura circular formada por bloques labradas de granito y cemento, ha sido volada con más de dos toneladas de dinamita, causando pánico y protesta en la población huarasina".

"Las enfermedades infecto contagiosas se propagan por falta de atención médica adecuada ; se bebe agua de los puquiales y de los ríos Santa y Quillcay. Contamos con pocas letrinas".

"Los cadáveres, que no han sido extraídos de los escombros, despiden hedor insoportable y se teme que una epidemia, en pocos días, podría diezmar a todos los sobrevivientes de la ciudad".
"Jorge y Rosalía asisten  a  sus clases, en salones improvisados con  paredes de esteras y techos de calamina; y por falta de carpetas se sientan en  troncos y piedras; nuestro hijo Fidelito,  que se encuentra muy delgado, pregunta por ti  a todo momento y llora desconsoladamente".
 :-"Huarás necesita de sus hijos para resurgir de los escombros.  Las protestas y las manifestaciones crecen como la furia del río Santa en la temporada de lluvias torrenciales, debido a la indiferencia y desatención de los funcionarios inmorales y corruptos de la Cruz Roja, la JAN y la CRYRSA".

"Los soldados y los miembros de las brigadas de voluntarios seducen y violan a las colegialas, en vía pública, apenas empieza oscurecer el día. Los funcionarios, la mayoría de ellos gente extraña, son dueños de la situación..."
"Regresa pronto, nos hace falta tu presencia".
                                                                         
Conmovido por el contenido de la carta de su esposa, ! Qué caray¡, diciendo, decidió retornar a la ciudad de sus amores. Con su trompeta y un maletín en la mano, se dirigió a la Administración del Hatuchay.

-   Sr. Muchas gracias por el trabajo. He decidido retornar a mi tierra y le ruego ordenar mi liquidación por los meses laborados y el saldo del presente mes.- dijo con mucha sinceridad y lleno de esperanzas.

-   Un momento señor, aquí no aceptamos bromas  de mal gusto; todo trabajador cumple con las cláusulas del contrato suscrito y ino queda sin derecho alguno. Según el convenio, aún le falta  un  mes de trabajo para su liquidación.


.Es que me urge viajar. Mi esposa está muy enferma y mis hijos menores necesitan  apoyo.- Dijo suplicante.
-  Negocios son negocios. Si te vas a buena hora, pero no te  daré un solo céntimo.

La respuesta lo dejó tenso, parecía una estatua  de mármol blanco; no sabía que hacer ni decir. En esos instantes ingresaron sus compañeros del conjunto peñero  y dijeron a una sola voz:

- ¡Muy bien jefe ¡ ...  Así se habla.
- ¡Tengo  razón! ... ¿No es cierto?
-  laro jefecito, claro.- dijeron, en coro, los músicos compañeros de Claudio “El Trompetista”
 Claudio " El Trompetista " puso la maleta y la trompeta en el suelo. Estaba muy aturdido por la respuesta; y la chacoteada de sus colegas le dolió porque salía la burla, de mal gusto, de  los hombres que los  consideraba amigos.

Con ellos había compartido muchas Jornadas musicales, amenizando fiestas de familias serranas radicadas en la gran urbe de polvo azulino y asfixiante. Habían pasado horas y momentos inolvidables en pueblos jóvenes amenizando polladas sabatinas y jaraneando en compañía de cholitas serranas llenas de encanto y complacientes en lances de amor pasajero.

- Me voy, pero antes recibe un regalo.- diciendo, jaló con fuerza el brazo  derecho y lo soltó, como si fuera un resorte, llegando a estrellarse en la mandíbula del gerente.

   Había aprendido a boxear, en el cuartel del Ejército "Juan Hoyle Palacios" de Huarás, donde prestó el Servicio Militar Obligatorio.

Lo atacaron y todo el personal se sumó a la agresión. Se revolcó, pateó y muchas veces intentó levantarse, pero todo intento fue inútil.

En la penumbra de la inconsciencia sintió golpes en el cuerpo: puntapiés, escobazos y puñetes. Todo zumbaba en torno suyo. Estaba perdido.
-       Amárrenlo fuerte y llamen a la policía.- dijo el  gerente.
-    ¡Sí Señor!.. .- respondió el portero.

Hizo esfuerzos por deshacerse de sus ataduras. Bufaba como el toro arador, de su abuelo “Shiku”, al final de la faena en las laderas de la estancia de Marián.

Hizo esfuerzos por deshacerse de sus ataduras. Bufaba como el toro arador, de su abuelo “Shiku”, al final de la faena en las laderas de la estancia de Marián.

Estaba perdido, no tenía fuerzas. Parecía el Inca atado en un poste, después de su captura por los españoles, en la danza que se  representaba en Chiquián, durante su fiesta patronal de Santa Rosa.
En la Comisaría, el Comandante de Puesto escuchó















































































































































































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