MADRE TIERRA
DOMINGO DE GUZMÁN HUAMÁN SÁNCHEZ
La madre Tierra espera,
con sus fuentes cristalinas para calmar la sed, con el trino de sus avecillas,
con sus campiñas y ríos para fecundar y frutecer las semillas, con sus senderos
bordeados de pencales y alísales para
reanudar la caminata ascendente hacia grandes logros, con sus cerros
nevados, valles, quebradas,
eucaliptos, puyas y retamas que conforman un singular paisaje.
Pero, los
hombres la abandonan como si ella fuera
la culpable de las sequías, de las lluvias torrenciales, de las
plagas y contaminaciones ambientales.
La Madre Tierra, morena, rubia, roja, cobriza
o blanca es la raíz que nutre las tradiciones. Alimenta a los seres vivos y
perdura genealogías.
- En la pampa he quedado,
nada tengo, después del sismo. Los cholos de las estancias se llevaron la
pequeña fortuna que poseía, en mi tienda: Los relojes " Longines"
0ris", enchapados de oro y plata, lo lucirán en sus fiestas... - decía el
fotógrafo Sotomayor.
- Mis teléfonos han
desaparecido, también mi máquina de escribir; según mi vecino, han sido los
cholos de Monterrey y Chawín.- relató encolerizado el escribano Máximo Rudesindo, cuya panza de
cebón se agitaba como las olas de mar, cuando hablaba.
- De la botica " El
Pueblo", en presencia de sus dueños, una recua de coqueros de Huanchac, Curhuas y Paria han sustraído cajas de medicamentos,
-Afirmaba el Sr. José Angulo, hombre delgado y alto, que tenía una cafetería en
la Plaza de Armas.
- De los salones de belleza
se han llevado perfumes, lápiz labial, talcos, secadoras eléctricas,
depiladoras, tijeras, cojines, tinturas, pelucas y cosméticos de toda marca. –
agregó el peluquero Durán, lanzando un escupitajo espeso que al caer al piso
polvoriento se torno en una bola gris.
No sería raro que las
paisanas polleronas, con trenzas llenas de liendres, aparezcan con labios, ojos
y pómulos pintados.- Comentaba, colérico, el guitarrista Joel Arequipeño,
director del Conjunto Musical “Los Intimos” que amenizaba fiestas familiares
con repertorios de música criolla y andina, con un estilo peculiar.
- El sismo ha vuelto rico a los pobres
diablos y pobre a los ricos explotadores...
¡Viva Piérola carajo¡ - remató el loquito y mugriento “Mañu
Cóndor”, alejándose del grupo de
comentaristas, con paso ligero de pichis, con hombros pegados a la cara y la
melena mugrienta.
Así dialogaban, en un
ángulo del perímetro de la plaza de Armas de Huarás, algunos
sobrevivientes del sismo del año
setenta.
Don Maximiliano Rosario
Shuán reflejaba en el rictus de su frente la indecisión y la pena. Sentado en
la puerta de una carpa, donada por la
Cruz Roja, divisaba los horizontes y apenas percibía los senderos y carreteras
bloqueados por troncos de árboles y rocas gigantes de galgas y derrumbes.
Por la carretera
polvorienta de Pativilca a Huarás, vino hace treinta años desde Paramonga,
dejando conjuntos musicales organizados,
muchas grabaciones de su propia composición, como "Shillpi
Rurimpa", "Lucerito",
" Paloma blanca",
“Maldita” y otras más; y
con una bolsa de monedas de
libras esterlinas y
de plata de cinco y nueve décimos , ahorro que le sirvió para instalarse en la mañana lloviznaba y al
despuntar el alba, se levantó sin hacer ruido
y besando la frente
de sus hijos que dormían, partió
rumbo a la ciudad costeña de Casma; llevaba su fiambre y algunas ropitas en una
alforja tejida con Kallwa por el artesano Llupi Macho que, pese a contar con
noventa años de edad, seguía ejerciendo su actividad artesanal.
Desde Callán Punta divisó, con el alma
destrozado, a Huarás destruida y a los pueblos del Callejón de Huaylas en
ruinas. Un raro presentimiento, nubló su
pensamiento y sus lágrimas se transformaron en bolitas de barro, al caer sobre
el camino polvoriento.
Terció, sobre el hombro,
su poncho habano teñido con nogal andino y siguió su caminata. Después de haber
desenredado algunas leguas del sendero, se sentó sobre una piedra azulina y
como si fuera Paca paca malagüera, lanzó
un canto lastimero, cuyas letras eran de la autoría de su señor padre:
" Despachadora
despachallame
hasta el puente de Cal y
Canto,
tsepitam
niña ewakullashaq
casadawampis,
solterawampis".
¡Ay, mi cholitallay, ay mi
negritallay!
piraq meraq rikapenkan
nawillanta
piraq meraq suwapenkan
shonkullanta.
En la gran urbe de cemento y polvillo azulino y
pegajoso, donde los provincianos construyen sus casas en las partes más altas
de los cerros, más cerca del cielo y lejos y muy lejos de sus valles
interandinos y de la bondad de su clima, Claudio el fortachón de cabellos
lacios, nariz roma y caminar lento, deambulaba buscando trabajo, hasta que la
planta de sus calzados quedaron con perforaciones, que le dificultaban caminar
sobre el pavimento que era una braza candente, alimentada constantemente por
las lenguas de fuego del sol amarillo de verano.
Esporádicamente, reforzaba
a conjuntos musicales, integrado por
huarasinos y recuaínos, que amenizaban fiestas sociales o eventos deportivos en
las urbanizaciones del Cono Norte de Lima: Pro, Covida, Los Olivos, Año Nuevo,
Carabayllo, Tahuantinsuyo, Ingeniería y San Martín de Porras.
Lo poco que ganaba, apenas alcanzaba para sobrevivir;
mientras, su mujer e hijos se alimentaban de las raciones que la Cruz Roja les
entregaba y se vestían con ropas usadas y viejísimas que la JAN distribuía,
después que sus funcionarios y voluntarios acaparaban y negociaban las
confecciones de telas finas. Para nadie es un secreto que las casacas de cuero,
que el gobierno cubano envió para los damnificados, se quedaron en Lima y
no fueron distribuidos en las zonas
arrasadas por el sismo.
Después de recorrer muchos
distritos y barrios, orientado por una tarjeta,
se detuvo frente a un letrero luminoso que decía: "HATUCHAY - Gran Peña Folklórica".
Ingresó a un ambiente elegante, lleno de posters de artistas y un escenario
con distribución adecuada de lámparas.
Una secretaria joven, con aire serrano se le acercó y con sonrisa fingida a
flor de labio le invitó a pasar a la
oficina del gerente.
"El
Trompetista", frente al responsable de la Peña, hombre rechoncho, de cabellos hirsutos y casi
de cincuenta años de edad, solicitó trabajo.
- Sr. soy músico damnificado del sismo, necesito trabajar para sobrevivir y
enviar algún dinerito para mis hijos, que esperan noticias de mí, allá
en mi tierra, enclavada entre las cordilleras Blanca y Negra del Callejón de
Huaylas.
Al final del diálogo que
fue breve y sin mucha trascendencia,
donde las formalidades fueron superadas por el deseo absorvente de la
explotación y la necesidad de trabajo, brotó una respuesta alentadora.
Trabajarás los días
jueves, viernes y sábado de amanecida y los demás días te dedicarás a ensayos
grupales y a la limpieza de los ambientes de la Peña. Se te pagará un buen
sueldo y propina por trabajos extras.- dijo el administrador de la Peña "
Hatuchay".
Cuánto me va a pagar ?.-
dijo con temor.
- Durante un mes,
trabajarás gratis, en calidad de prueba; mientras tanto, mi empresa te facilitará una habitación y comida, que
compartirás con otros músicos
provincianos que trabajan conmigo desde hace años.
Cuatro individuos, con
calzados de gamuza y camisa blanca, ingresaron con sus respectivos instrumentos musicales; y después de saludar
al Gerente, con mucha reverencia,
ingresaron al interior de la casona.
- ¿Y después, Sr.?
Viendo tus cualidades, te
contrataré ¿ Está bien?.
Como no tenía otra
alternativa, aceptó la propuesta y de inmediato, con indicación de la
Secretaria, que en el trayecto manifestó ser huancaína, ingresó a un cuarto
reducido donde había colchones mugrientos extendidos en el piso, sillas viejas
de madera y una mesa cuadrada de madera desvencijada, llena de partituras, en
completo desorden.
La bóveda estaba llena de
telarañas, las paredes despintadas, la puerta principal sin chapas y las
ventanas sin vidrios, por donde filtraba un airecillo pegajoso que dejaba en el
cuerpo una capa azulina de monóxido, exigiendo bañarse y cambiarse ropa a cada
momento.
- El colchón del rincón es para tí y puedes
utilizar esa silla de color gris para colgar tu ropa y utilizar como asiento. -
dijo la Secretaria y salió obsequiando una singular coquetería.
Los días transcurrieron,
como el trayecto de un cohete y su estridencia al explotar, y los ensayos eran
muy exigentes y sin horario fijo. Había demasiada presión y carga emocional en
los intérpretes contratados sin soporte legal.
- Tenemos un repertorio
reducido de música andina y nos falta ensayar géneros musicales que se
encuentran de moda, para interpretarlas este fin de semana.
- Es que ustedes no
aprenden con facilidad, les dijo, Claudio " El Trompetista".
- ¡Ah carajo ¡... ¿Te
crees más músico que nosotros? .- respondió el que dirigía el conjunto musical, un cuarentón con
un diente de oro y sonrisa forzada que encorvaba grotescamente sus labios.
Parecía un rinoceronte en celo.
-Es una ligera apreciación,
Maestro.- Le respondió Claudio "El Trompetista".
-Por ligero, te quedarás
sin trabajo, salvo que pidas disculpas. Los músicos, aquí presentes, son
afiatados y merecen respeto, consideración y aplausos.
Limada las asperezas,
Claudio "El Trompetista" salió
a la calle y deambuló de un lado a otro; y sin haberse propuesto llegó a una
plaza, atestada de mimos, payasos, vendedores de baratijas, lustrabotas,
heladeros, rateros, mendigos, orates...
Se quedó contemplando el monumento ecuestre
del Generalísimo Don José de San Martín, cruzando penosamente los Andes por el
Paso de Uchpallata y recordó la fiesta del
Apóstol Santiago, Patrón de Aija, la Perla de las Vertientes.
La diferencia estaba en que el caballo de Shanticho era blanco y brioso,
destrozando con sus pezuñas a soldados árabes, adoradores de la Media Luna.
¡Oh, fiesta aquella ! El tocaba en una banda
de músicos del caserío de Huanja, de la provincia de Huarás. Tres días , con
corrida de toros, concurso de caballos de paso, campeonatos deportivos,
vísperas con juegos artificiales, banquetes, bebida, bailes sociales y
juveniles.
Sentado en una banca de
marmolina, manchada con helados y betún de lustrabotas, deshilvanó en su mente,
inmensa caja de resonancia de emociones y pasiones, las letras de un huayno que
le sangró el corazón:
-" Caminito de Mellizo
serpenteante y juguetón,
no me arrojes al abismo
que ningún mal te hice yo
."
Se puso muy triste y, levantándose con flojera, empezó a
caminar, sumido en sus pensamientos,
cuando una voz de acento familiar le hizo voltear la cabeza , con suavidad instintiva.
- ¡ Claudio , qué milagro
...!
- ¡ Josefina !
Se abrazaron emocionados y
luego dialogaron detenidamente,
recordando los estragos causados por el sismo del 31 de mayo de 1970, el éxodo
de la población huarasina y del Callejón de Huaylas hacia la Capital peruana y otras ciudades del
Perú y del mundo.
La profesora Josefina,
mostrando satisfacción y cierto orgullo, le dijo que trabajaba en una escuelita
del Núcleo Educativo Comunal del Rimac, a donde fue destacada, gracias al apoyo del diputado ancashino Geroncio Ramírez, quien le había cobrado, por
ser paisano, solamente tres sueldos adelantados
y unas salidas nocturnas, de vez en cuando.
Josefina, joven profesora,
natural de Tinco y Claudio, profesor
egresado de la Escuela de Bellas Artes de Ancash, se conocían,
desde Carhuaz, donde el habíatocado trompeta, en la
fiesta de "Mama Mechi" , como integrante de la Banda Orquesta " Sol de Oro"
del centro poblado de Huallcor de la provincia de Huarás.
Conversaron amenamente y
caminaron hasta la Avenida Abancay y abordaron un ómnibus de la Línea 22 hasta
el final del Puente del Ejército.
Después de recorrer, río
abajo, una angosta callecita poblada de basuras, fumones, prostitutas y
malandrines, ingresaron a un Callejón atestado de baldes, lavatorios y
triciclos.
Un grupo de personas bebían cerveza, dos zambos tocaban
guitarra y cajón; tres mujeres con vestidos escotados y transparentes se reían
a carcajadas, haciendo fiesta a un chiste de tono subido, lanzado por un zambo
alto de cuerpo atlético, con pantalón blanco y bibirí azul, con cadena gruesa
de plata que resaltaba en su pecho.
Varias mujeres lavaban
ropas y platos, disputándose el agua de un solo caño; los niños semi desnudos
con vientres voluminosos y cabellos rojizos por la desnutrición, jugaban a la
guerra, recorriendo todo el callejón, salpicando con barro a las personas que
lanzaban improperios.
Se detuvieron en la
entrada, conversaron amenamente; y, a invitación de Josefina ingresaron ecorrieron el Callejón
estrecho y prolongado, que parecía un sendero larguísimo que conducía al
infierno mismo.
Mientras tanto, en el
"Hatuchay", los músicos, compañeros de Claudio comentaban con sinceridad.
- Maestro, el
"Trompetista" es un buen músico, escribe y lee partituras a la perfección, debemos apoyarle y mostrarle
nuestra amistad y sacarle provecho en
beneficio personal y del Hatuchay.
-¡Cuidado con ese
sentimentalismo ¡. Debemos cerrar filas para mantener marginado al huarasino y
evitar que escale posiciones.
- Nuestras decisiones y
sugerencias deben primar ante el Administrador.
Al fin, una mañana fría y
lluviosa de Octubre, Claudio " El Trompetista" recibió una carta de
su esposa. La leyó una y otra vez.
Se puso muy triste y su corazón se endureció,
lo tenía frío y duro como si fuera una de las piedras de Raju Qolta. Tenía
muchas ganas de llorar, pero no pudo. Temblaba de impotencia, parecía un niñito
con terciana, alejado de toda compasión y afecto.
“Aquí se hace colas
larguísimas para recibirraciones de alimentos en
base a pescado deshidratado, frijoles, fideos
y arroz; la carpa mortifica demasiado y no podemos permanecer
en ella, sentimos mucho frío en las noches y demasiado calor de día”.
"Grupos de profesores
empadronan a los damnificados, para la adjudicación de lotes de terreno y entrega
de viviendas; soldados del Batallón Huascarán derrumban casas y corrales que
bien pueden reconstruirse. La cúpula de la catedral, arquitectura circular
formada por bloques labradas de granito y cemento, ha sido volada con más de
dos toneladas de dinamita, causando pánico y protesta en la población
huarasina".
"Las enfermedades
infecto contagiosas se propagan por falta de atención médica adecuada ; se bebe
agua de los puquiales y de los ríos Santa y Quillcay. Contamos con pocas
letrinas".
"Los cadáveres, que
no han sido extraídos de los escombros, despiden hedor insoportable y se teme
que una epidemia, en pocos días, podría diezmar a todos los sobrevivientes de
la ciudad".
"Jorge y Rosalía
asisten a sus clases, en salones improvisados con paredes de esteras y techos de calamina; y
por falta de carpetas se sientan en
troncos y piedras; nuestro hijo Fidelito, que se encuentra muy delgado, pregunta por
ti a todo momento y llora desconsoladamente".
:-"Huarás necesita de sus hijos para resurgir de
los escombros. Las protestas y las
manifestaciones crecen como la furia del río Santa en la temporada de lluvias
torrenciales, debido a la indiferencia y desatención de los funcionarios
inmorales y corruptos de la Cruz Roja, la JAN y la CRYRSA".
"Los soldados y los miembros de las brigadas de
voluntarios seducen y violan a las colegialas, en vía pública, apenas empieza
oscurecer el día. Los funcionarios, la mayoría de ellos gente extraña, son
dueños de la situación..."
"Regresa pronto, nos hace falta tu
presencia".
Conmovido por el contenido de la carta de su esposa,
! Qué caray¡, diciendo, decidió retornar a la ciudad de sus amores. Con su
trompeta y un maletín en la mano, se dirigió a la Administración del Hatuchay.
- Sr. Muchas
gracias por el trabajo. He decidido retornar a mi tierra y le ruego ordenar mi
liquidación por los meses laborados y el saldo del presente mes.- dijo con
mucha sinceridad y lleno de esperanzas.
- Un momento señor, aquí no
aceptamos bromas de mal gusto; todo
trabajador cumple con las cláusulas del contrato suscrito y ino queda sin
derecho alguno. Según el convenio, aún le falta
un mes de trabajo para su
liquidación.
.Es que me urge viajar. Mi esposa está muy enferma y mis hijos menores
necesitan apoyo.- Dijo suplicante.
- Negocios son negocios. Si te
vas a buena hora, pero no te daré un
solo céntimo.
La respuesta lo dejó tenso, parecía una estatua de mármol blanco; no sabía que hacer ni
decir. En esos instantes ingresaron sus compañeros del conjunto peñero y dijeron a una sola voz:
- ¡Muy bien jefe ¡ ... Así se
habla.
- ¡Tengo razón! ... ¿No es cierto?
- laro jefecito, claro.- dijeron,
en coro, los músicos compañeros de Claudio “El Trompetista”
Claudio " El Trompetista " puso la maleta
y la trompeta en el suelo. Estaba muy aturdido por la respuesta; y la
chacoteada de sus colegas le dolió porque salía la burla, de mal gusto, de los hombres que los consideraba amigos.
Con ellos había compartido muchas Jornadas
musicales, amenizando fiestas de familias serranas radicadas en la gran urbe de
polvo azulino y asfixiante. Habían pasado horas y momentos inolvidables en
pueblos jóvenes amenizando polladas sabatinas y jaraneando en compañía de
cholitas serranas llenas de encanto y complacientes en lances de amor pasajero.
- Me voy,
pero antes recibe un regalo.- diciendo, jaló con fuerza el brazo derecho y lo
soltó, como si fuera un resorte, llegando a estrellarse en la mandíbula del
gerente.
Había aprendido a boxear, en el cuartel del
Ejército "Juan Hoyle Palacios" de Huarás, donde prestó el Servicio
Militar Obligatorio.
Lo atacaron y todo el personal se sumó a la
agresión. Se revolcó, pateó y muchas veces intentó levantarse, pero todo
intento fue inútil.
En la penumbra de la inconsciencia sintió golpes en
el cuerpo: puntapiés, escobazos y puñetes. Todo zumbaba en torno suyo. Estaba
perdido.
-
Amárrenlo fuerte y llamen a la policía.- dijo el gerente.
- ¡Sí Señor!.. .- respondió
el portero.
Hizo esfuerzos por deshacerse de sus ataduras.
Bufaba como el toro arador, de su abuelo “Shiku”, al final de la faena en las
laderas de la estancia de Marián.
Hizo esfuerzos por deshacerse de sus ataduras.
Bufaba como el toro arador, de su abuelo “Shiku”, al final de la faena en las
laderas de la estancia de Marián.
Estaba perdido, no tenía fuerzas. Parecía el Inca
atado en un poste, después de su captura por los españoles, en la danza que
se representaba en Chiquián, durante su
fiesta patronal de Santa Rosa.
En la Comisaría, el
Comandante de Puesto escuchó
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