Por Domingo de Guzmán Huamán Sánchez
Don Moshi, había tardado
muchas semanas en la reparación de la compuerta de la laguna de Shiki y cuando
se disponía regresar a Cochapetí fue interceptado pon un extraño personaje. Era un anciano de
contextura delgada, estatura alta, cabellos desgreñados y blancos, joroba
prolongada; llevaba en la mano derecha un
bastón de Lloque que le permitía
trasladarse con facilidad. Habló con voz calmada y acento señorial.
- Moshi, en tu condición
de Juez de Aguas, venciendo dificultades has logrado represar la laguna de Shiki, impidiendo que los comuneros de
Malvas sigan robando el agua a los caseríos de Oqup, Waqap, Yauyán, Wataspín y
Wichay.
-
Sólo he cumplido con mi obligación, señor.
-
No soy ningún señor, soy Ymaymana Wirakocha, dios de los Andes.
-
Diosito, discúlpame.
-
Con tu trabajo de represa de la laguna
y canalización de sus aguas, con ayuda de tus conciudadanos, has logrado
el aumento del caudal del río Quewap.
-
Mi intención ha sido trabajar en beneficio de mi comunidad.
-
Has mejorado las condiciones agrícolas de extensas tierras de cultivo
-
Gracias diosito.
-
Para que tu tarea concluya, tienes que visitar los valles extensos y
coordinar acciones de riego con los chacareros de Huarmey, que en su mayoría
son gente procedente de las vertientes del Pacífico: Cochapetí, Malvas, Huayán
, Succha, La Merced, Coris, Huacllán y Aija.
- ¿Y qué mensaje voy a
llevar? – interrogó Moshi.
- Diles a los agricultores de Huarmey, que a partir de la
fecha tendrán agua abundante, durante todo el año. Huamba, Congón, Maria
Cristina, Barbacay, entre otros, se convertirán en fuentes de riqueza agrícola
y ganadera.
- ¿Solito voy a viajar?-
interrogó Don Moshi, arrugando su frente y laceando, con los dedos de sus
manos nervudas, su cabellera espesa y
negra.
- Sí, solito has nacido,
solito has de morir y solito vas a realizar una gran tarea que beneficiará a mucha gente.
- Cumpliré gustoso con el encargo de su divinidad.
- ¡Escucha bien y grábatelo
en la mente¡ En la caleta culebras, las jatún qocha shipashkuna, sirenas,
demasiada bonitas, tratarán seducirte e impedir que retornes a Cochapetí;
evítalas, alejándote de ellas, por ningún motivo hagas caso a sus
requerimientos.
- ¡Oh dios Ymaymana Wirakocha¡- exclamo Moshi.
- Cuando te hayas liberado
de ellas, recorrerás el camino que después de un largo trecho se dividirá en
dos. A un lado notarás guarangales secos, sin aves ni mariposas. Al lado
opuesto dos lomas se alzarán, el pico de
uno de ellos parecerá alcanzar las nubes; en medio de las dos colinas hay una
encañada angosta poblada por totorales que conduce al mar tempestuoso y por allí te introducirás.
- ¡Que miedo!
- Al final encontrarás una cueva formada por golpes de los barrenos potentes
de olas marinas. Allí vive un pescador
de avanzada edad y de apariencia
jovial, su canasta contendrá siete cabrillas, aparentemente muertos, en
cuyas bocas hay dos filas de dientes
filudos. El pescador permanecerá, todo
el tiempo que estés frente a él, con el cuerpo escondido en la cueva y cogiendo
sus alimentos con una caña de pescar,
esperando que te acerques distraído y cuando estés a su alcance liberará a sus
peces que convirtiéndose en monstruos te
triturarán, sin darte oportunidad alguna de salvación.
- ¡Oh, qué miedo!... Dios
Imaymana Wirakocha ¿No podrías mandar a otro en mi reemplazo?- preguntó Moshi y
sin responder a su inquietud, Ymaymana Wirakocha, continuó hablando con mucha
tranquilidad.
- La otra colina es baja, allí hay una wanka
larga rodeada por wankakuna, al costado existe un árbol frondoso en cuya sombra
un agricultor, cansado de cultivar la tierra, inclina su cuerpo sobre la
corteza áspera y toma su siesta. Cuando alguien se le acerca lanza su hilo de pescar que se enrolla
alrededor del cuello de la víctima y, convirtiéndose en tentáculos de pulpo,
succiona la sangre del atrapado, ocasionándole
muerte instantánea.
- ¿Qué debo hacer, para no
caer en las garras de los monstruos?
- No te acerques a ninguna de las colinas.
Siéntate bajo la sombra de la wanka
grande. Aparecerá cerca a tus pies bandejas con alimentos cocidos en
base a peces, algas, tomates, cebollas y
camarones. Tómalos y come, sin apresuramiento.
Las
mujeres se acercarán a pedir que bailes con ellas y los varones te invitarán
chicha espumante, no les hagas caso y termina tus alimentos sin abandonar
residuo alguno. Si dejas alguna partícula
de alimento se convertirá en un tiburón y te devorará.
-
Gracias dios Ymaymana Wirakocha por las indicaciones- diciendo se
encaminó a la estancia de Qarwanchi, lugar donde vivía con toda su familia.
A
la hora de ingerir alimentos, contó a su esposa e hijos sobre la aparición
y encargos del dios Ymaymana
Wirakocha.
Al
tercer día, con ayuda de su esposa hizo los preparativos del viaje.
Con su alforjita repleta de fiambre para diez
días, antes que el alba despuntara
emprendió viaje, después de tomar su llawapi, consistente en sopa de papas con queso añejo, huevos batidos y su
canchita Pakchu.
Moshi,
varón fornido de treinta años de edad, con musculatura de toro arador, mirada
penetrante como de gato, pecho y espalda como la de un puma, cumplió las
indicaciones con minuciosidad y después de permanecer alejado de su familia, durante una luna,
retornó a las punas frías donde su
pueblito de Cochapetí se balanceaba al
pie del apu Ishke Cruz.
En el trayecto, unas jovencitas bonitas
instaladas en una ramada fresca, ubicada en una de las márgenes del río Huarmey, le ofrecieron chirimoyas maduras
para calmar la sed y asientos para descansar.
-
¡Gua paisa! Detente un momento y acércate
para aliviar tu cansancio con chicha espumante, preparada por nosotras, tus amigas.- dijo una doncella
morena alta, de senos y nalgas pronunciados y de sonrisa encantadora.
Moshi
se detuvo sin pronunciar palabra alguna y las miró con ojos desorbitados.
-
¡Gua paisa! … Descansa un rato en esta hamaca que yo misma velaré tu
sueño y no permitiré que, ni siquiera, el viento roce tu piel – Le dijo la
segunda mujer de ojos rasgados, pequeña,
agresiva y de caminar ligero.
-
¡Muchas gracias jovencitas!...Me urge llegar a Cochapetí, lo más pronto
posible, no debo perder un instante de mi precioso tiempo. –
diciendo, Moshi se despidió.
A
poca distancia de la ramadita fue alcanzado por
el agricultor que dejó en la caleta de Culebras.
- Ey amigo, gusto de volver a verte ¡- dijo,
extendiéndole el brazo.
- De igual manera.- respondió Moshi.
-
¿Nos acompañamos hasta la curva? … Tengo coca suficiente y si quieres aplacar
tu sed te doy un puñado de hojas para que chakches - ofreció el agricultor que
llevaba un sombrero de paja Guayaquil a la pedrada.
Caminaron un largo trecho y al llegar a la primera
curva notaron que el camino se
bifurcaba. El agricultor viró hacia la izquierda y se perdió entre frondosos carrizales.
Don Moshi, después de escapar de las garras de las doncellas morenas sensuales y del agricultor, llegó al paraje de Kuchi, donde el camino se divide en tres; el
primero que conduce hacia el pueblito de Malvas; el del centro hacia Cochapetí
y el tercero hacia los caseríos de Wiña, Oqup y Waqap.
En
el lugar del cruce, bajo la sombra de
pacaes, paltas, chirimoyas y plátanos, un grupo de festeros avanzaba danzando
una wayllashyada, de tono alegre y festivo, ejecutada por flautas y cajas.
Don
Moshi, saludó con gesto respetuoso y se
alejó del grupo para continuar su camino. El festero principal y su esposa, una mujer gorda y de sonrisa
contagiante, le hicieron señas para que se acercara.
-
¡Ey amigo, ven y comparte nuestra
fiesta.
Se
acercó con ansias de calmar su sed; pero recordó las advertencias del dios
Ymaymana Wirakocha y pasó de largo, cuesta arriba hacia las punas
Cuando
se encontraba en Wataspín, a unos kilómetros de Cochapetí, cayó sobre él la
furia de la naturaleza. El cielo desencadenó una lluvia torrencial que provocó
huaycos que arrasaron todo a su paso. Los caminos quedaron cubiertos por rocas
y árboles arrancados desde sus raíces;en pocas horas el ambiente se pobló con
olores pestilentes ocasionados por la descomposición de animales muertos por galgas
y avenidas de agua de lluvia espesa.
En
la penumbra de la noche flecada por
llovizna intermitente, Moshi se acercó a su vivienda; los perros
salieron a su alcance, ladrando, después aullando y movimiento la cola, en
señal de recibimiento.
Sin
fuerzas y devorado por la fiebre quiso ingresar a su choza, cuando cayó
fulminado al piso, golpeándose la frente que empezó a sangrar, dejando el piso
completamente cubierto con mancha rojo. Su esposa e hijos, envuelto por las
pavesas del susto, dando gritos desesperados
y con ayuda de algunos vecinos, lo
trasladaron a su a su alcoba,
despojándole, previamente, de la
vestimenta húmeda, sucia y hecho jirones.
Las
curanderas, a petición de Benilda esposa de Moshi y de sus hijos diagnosticaron
el mal del Juez de Aguas y prepararon
emplastos, pócimas, grasa de cuy que lo administraron durante varios
días hasta lograr la mejoría del hombre
que supo cumplir el encargo del dios Ymaymana Wirakocha, en beneficio de los
agricultores de la provincia de Huarmey.
ARTISTA NACIONAL : DOMINGO DE GUZMÁN HUAMÁN SÁNCHEZ |
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