domingo, 14 de julio de 2019

ABUNDANTE AGUA-Leyenda


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Archivo:Valle del río Huarmey.jpg

ABUNDANTE AGUA PARA EL VALLE DE HUARMEY
- Leyenda -
Por Domingo de Guzmán Huamán Sánchez

Don Moshi, había tardado muchas semanas en la reparación de la compuerta de la laguna de Shiki y cuando se disponía  regresar  a Cochapetí fue interceptado pon un  extraño personaje. Era un anciano de contextura delgada, estatura alta, cabellos desgreñados y blancos, joroba prolongada; llevaba en la mano derecha un  bastón de Lloque  que le permitía trasladarse con facilidad. Habló con voz calmada y acento señorial.
- Moshi, en tu condición de Juez de Aguas, venciendo dificultades has logrado  represar la laguna  de Shiki, impidiendo que los comuneros de Malvas sigan robando el agua a los caseríos de Oqup, Waqap, Yauyán, Wataspín y Wichay.
-   Sólo he cumplido con mi obligación, señor.
-   No soy ningún señor, soy Ymaymana Wirakocha, dios de los Andes.
-   Diosito, discúlpame.
-   Con tu trabajo de represa de la laguna  y canalización de sus aguas, con ayuda de tus conciudadanos, has logrado el aumento del caudal del río Quewap.
-   Mi intención ha sido trabajar en beneficio de mi comunidad.
-   Has mejorado las condiciones agrícolas de extensas tierras de cultivo
-   Gracias diosito.
-   Para que tu tarea concluya, tienes que visitar los valles extensos y coordinar acciones de riego con los chacareros de Huarmey, que en su mayoría son gente procedente de las vertientes del Pacífico: Cochapetí, Malvas, Huayán , Succha, La Merced, Coris, Huacllán y Aija.
-  ¿Y qué mensaje voy a llevar? – interrogó Moshi.
-  Diles a los  agricultores de Huarmey, que a partir de la fecha tendrán agua abundante, durante todo el año. Huamba, Congón, Maria Cristina, Barbacay, entre otros, se convertirán en fuentes de riqueza agrícola y ganadera.
-  ¿Solito voy a viajar?- interrogó Don Moshi, arrugando su frente y laceando, con los dedos de sus manos  nervudas, su cabellera espesa y negra.
-  Sí, solito has nacido, solito has de morir y solito vas a realizar una gran tarea que beneficiará  a mucha gente.
-  Cumpliré  gustoso con el encargo de su divinidad.
-  ¡Escucha bien y grábatelo en la mente¡ En la caleta culebras, las jatún qocha shipashkuna, sirenas, demasiada bonitas, tratarán seducirte e impedir que retornes a Cochapetí; evítalas, alejándote de ellas, por ningún motivo hagas caso a sus requerimientos.
-  ¡Oh dios  Ymaymana Wirakocha¡- exclamo Moshi.
-  Cuando te hayas liberado de ellas, recorrerás el camino que después de un largo trecho se dividirá en dos. A un lado notarás guarangales secos, sin aves ni mariposas. Al lado opuesto dos lomas  se alzarán, el pico de uno de ellos parecerá alcanzar las nubes; en medio de las dos colinas hay una encañada  angosta poblada por  totorales que conduce  al mar tempestuoso y por allí te introducirás.
-  ¡Que miedo!
-   Al final encontrarás una cueva  formada por golpes de los barrenos potentes de olas marinas. Allí vive un pescador  de avanzada edad y de apariencia  jovial,  su canasta contendrá  siete cabrillas, aparentemente muertos, en cuyas bocas hay dos filas de  dientes filudos. El pescador permanecerá,  todo el tiempo que estés frente a él, con el cuerpo escondido en la cueva y cogiendo sus alimentos  con una caña de pescar, esperando que te acerques distraído y cuando estés a su alcance liberará a sus peces que convirtiéndose en monstruos  te triturarán, sin darte oportunidad alguna de salvación.
-  ¡Oh, qué miedo!... Dios Imaymana Wirakocha ¿No podrías mandar a otro en mi reemplazo?- preguntó Moshi y sin responder a su inquietud, Ymaymana Wirakocha, continuó hablando con mucha tranquilidad.
-   La otra colina es baja, allí hay una wanka larga rodeada por wankakuna, al costado existe un árbol frondoso en cuya sombra un agricultor, cansado de cultivar la tierra, inclina su cuerpo sobre la corteza áspera y toma su siesta. Cuando alguien se le acerca  lanza su hilo de pescar que se enrolla alrededor del cuello de la víctima y, convirtiéndose en tentáculos de pulpo, succiona la sangre del atrapado, ocasionándole  muerte instantánea.
-  ¿Qué debo hacer, para no caer en las garras de los monstruos?
-    No te acerques a ninguna de las colinas. Siéntate bajo la sombra de la wanka  grande. Aparecerá cerca a tus pies bandejas con alimentos cocidos en base a peces,  algas, tomates, cebollas y camarones. Tómalos y come, sin apresuramiento.
Las mujeres se acercarán a pedir que bailes con ellas y los varones te invitarán chicha espumante, no les hagas caso y termina tus alimentos sin abandonar residuo alguno. Si dejas alguna partícula  de alimento se convertirá en un tiburón y te devorará.
-                     Gracias dios Ymaymana Wirakocha por las indicaciones- diciendo se encaminó a la estancia de Qarwanchi, lugar donde vivía con toda su familia.
A la hora de ingerir alimentos, contó a su esposa e hijos sobre  la aparición  y encargos  del dios Ymaymana Wirakocha.
Al tercer día, con ayuda de su esposa hizo los preparativos del viaje.
 Con su alforjita repleta de fiambre para diez días, antes que el alba despuntara  emprendió viaje, después de tomar su llawapi, consistente en sopa  de papas con queso añejo, huevos batidos y su canchita Pakchu.
Moshi, varón fornido de treinta años de edad, con musculatura de toro arador, mirada penetrante como de gato, pecho y espalda como la de un puma, cumplió las indicaciones con minuciosidad y después de permanecer  alejado de su familia, durante una luna, retornó a  las punas frías donde su pueblito de Cochapetí se balanceaba  al pie del apu Ishke Cruz.
 En el trayecto, unas jovencitas bonitas instaladas en una ramada fresca, ubicada en una de las márgenes del  río Huarmey, le ofrecieron chirimoyas maduras para calmar la sed y asientos para descansar.
- ¡Gua paisa! Detente un momento y acércate  para aliviar tu cansancio con chicha espumante, preparada  por nosotras, tus amigas.- dijo una doncella morena alta, de senos y nalgas pronunciados y de sonrisa encantadora.
Moshi se detuvo sin pronunciar palabra alguna y las miró con ojos desorbitados.
            -  ¡Gua paisa! … Descansa un rato en esta hamaca que yo misma velaré tu sueño y no permitiré que, ni siquiera, el viento roce tu piel – Le dijo la segunda mujer de ojos rasgados,  pequeña, agresiva y de caminar ligero.
- ¡Muchas gracias jovencitas!...Me urge llegar a Cochapetí,  lo más pronto  posible, no debo perder un instante de mi precioso tiempo. – diciendo,  Moshi se despidió.
A poca distancia de la ramadita fue alcanzado por  el agricultor que dejó en la caleta de Culebras.
-  Ey amigo, gusto de volver a verte ¡- dijo, extendiéndole  el brazo.
-  De igual manera.- respondió Moshi.
- ¿Nos acompañamos hasta la curva? … Tengo coca suficiente y si quieres aplacar tu sed te doy un puñado de hojas para que chakches - ofreció el agricultor que llevaba un sombrero de paja Guayaquil a la pedrada.
Caminaron  un largo trecho y al llegar a la primera curva notaron que el  camino se bifurcaba. El agricultor viró hacia la izquierda  y se perdió entre frondosos carrizales.
  Don Moshi, después de escapar de las garras de  las doncellas morenas sensuales  y del agricultor, llegó al paraje de  Kuchi, donde el camino se divide en tres; el primero que conduce hacia el pueblito de Malvas; el del centro hacia Cochapetí y el tercero hacia los caseríos de Wiña, Oqup y Waqap.
En el lugar del  cruce, bajo la sombra de pacaes, paltas, chirimoyas y plátanos, un grupo de festeros avanzaba danzando una wayllashyada, de tono alegre y festivo, ejecutada por flautas y cajas.
Don Moshi, saludó con  gesto respetuoso y se alejó del grupo para continuar su camino. El festero principal y su  esposa, una mujer gorda y de sonrisa contagiante, le hicieron señas para que se acercara.
- ¡Ey amigo, ven  y comparte nuestra fiesta.
Se acercó con ansias de calmar su sed; pero recordó las advertencias del dios Ymaymana Wirakocha  y  pasó de largo, cuesta arriba hacia las punas
Cuando se encontraba en Wataspín, a unos kilómetros de Cochapetí, cayó sobre él la furia de la naturaleza. El cielo desencadenó una lluvia torrencial que provocó huaycos que arrasaron todo a su paso. Los caminos quedaron cubiertos por rocas y árboles arrancados desde sus raíces;en pocas horas el ambiente se pobló con olores pestilentes ocasionados por la descomposición de animales muertos por galgas y avenidas de agua de lluvia espesa.
En la penumbra de la noche flecada por  llovizna intermitente, Moshi se acercó a su vivienda; los perros salieron a su alcance, ladrando, después aullando y movimiento la cola, en señal de recibimiento.
Sin fuerzas y devorado por la fiebre quiso ingresar a su choza, cuando cayó fulminado al piso, golpeándose la frente que empezó a sangrar, dejando el piso completamente cubierto con mancha rojo. Su esposa e hijos, envuelto por las pavesas del susto,  dando gritos desesperados y con ayuda de algunos vecinos,  lo trasladaron a su  a su alcoba, despojándole, previamente,  de la vestimenta húmeda, sucia y hecho jirones.
Las curanderas, a petición de Benilda esposa de Moshi y de sus hijos diagnosticaron el mal del Juez de Aguas y prepararon  emplastos, pócimas, grasa de cuy que lo administraron durante varios días  hasta lograr la mejoría del hombre que supo cumplir el encargo del dios Ymaymana Wirakocha, en beneficio de los agricultores de la provincia de Huarmey.


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ARTISTA NACIONAL : DOMINGO DE GUZMÁN HUAMÁN  SÁNCHEZ

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