DON TOMACO
Cuento
DOMINGO DE GUZMÁN HUAMAN SANCHEZ
Don Tomaco, en su brioso
corcel, había recorrido desde su fundo de “Camochó” hasta Cochapetí y al final
del trayecto se sintió cansado. Durante cuatro horas, había recorrido cuestas
entrelazadas por caminos curvilíneos, manadas pobladas por centenar de reses
cuyos becerros encerrados en chiqueros berreaban aguijoneados por el hambre;
había cruzado riachuelos bullangueros que hacían competencia con el trino de
las avecillas que saltaban de una rama a otra y otra y otra.
Se apeó, saludó al tendero, muy
atentamente y le pidió un balde de agua para su corcel “Veneno” y una cerveza
espumante para él.
Su potro sudaba copiosamente
para asegurar su regulación térmica, es uno de los pocos animales que actúa de
esta forma.
Don Antonino, uno de los
tenderos más honorables del pueblo, calmó la sed de sus visitantes. A él le
ofreció una banca forrada con pellejos de venado como asiento y al solípedo sombra, balde de agua y paja de
cebada.
Don Tomaco brindó, elogió y bebió con muchos
parientes y amigos que se reunieron en la cantina; finalmente, completamente
ebrio, se tendió sobre la banca alfombrada con pieles de venado y se quedó profundamente dormido.
En la espesura, cuando trozaba
troncos de chachacoma, se le apareció una mujer bellísima con encantos mitológicos,
llevaba un vestido transparente que mostraba una anatomía exuberante de hembra
quinceañera, erguida con una mirada seductora. Su postura era indolente y
pasiva.
Soltó el hacha, se limpió el sudor con el dorso de sus manos callosas.
Nervioso se acercó y junto a la aparición, sintió la atracción irresistible. El
parecía acero y ella imán.
La cogió con vehemencia salvaje
y se dejaron envolver por el remolino turbulento de la pasión. Sus vientres
sudaban y la cadera redondeada de ella se movía, se movía y movía de izquierda
a derecha, de abajo hacia arriba, levantándose, hundiéndose en el lago
esponjoso del pajonal seco que cantaba:
Crac, chirrr, crac , chirr, crac, chir...
La esposa del tendero, que era
la sobrina del visitante, interrumpió el sueño
del cliente.
¡Tío Tomaco, Tamaco! Ya es
tarde, despierta.
Despertó y preguntó.
¿Donde está ella? No la veo.
¿A quién se refiere tío?
¡Nada! Son efectos de la
borrachera, alucinación, sed y hambre.-
Pidió una botella de cerveza.
Natalia, la esposa del tendero,
se acercó y dijo:
Tio Tomaco, ya no beba, pasemos
a la cocina. He preparado un Yaku kashki con papitas tiernas de hallqa warmi
que ayer cosechamos en los parajes de
Utkush .
Gracias hija. Eres tan amable y
buena como tu madre, mi hermana que muy pronto nos abandonó, cuando apenas
tenías siete añitos.
El tío extrajo de sus alforjas chirimoyas, paltas y
pepinos, de su fundo y entregó diciendo.
Para que endulcen sus
labios y la de los chicos.
Concluido el desayuno, con
huevo y tocino con típicas papas amarillas de acompañamiento, hizo compras que
llenó en sus alforjas y cabalgando su brioso y descansado corcel, partió rumbo
a su fundo.
El galope es
un aire mucho más cómodo para el jinete, porque es más fácil seguir el
movimiento del caballo. Pero también es mucho más rápido que el trote y, por lo
mismo, provoca temor en muchos novatos. Don Tomás prefería el galope levantado
y parado sobre los estribos, levemente inclinado hacia delante, hasta que el
trasero ya no esté en contacto permanente con la montura.
Al final de la calle,
levantando el brazo derecho y blandiendo el sombrero de jipe japa se despidió.
“Hasta pronto, si Dios quiere
volveré”.